"Me apoderaré del destino agarrándolo por el cuello. No me dominará" Ludwig van Beethoven
En 1808 Ludwig van Beethoven estrenaba su Fantasía Coral, una obra inmensa preludio de la monumental Sinfonía número 9. Esta columna vertebral de la historia de la música, la obra sinfónica más deslumbrante y genial está de aniversario: Cumple 200 años;
La Sinfonía número 9 en re menor op. 125 estrenada en Viena el 7 de Mayo de 1824 para gloria de la humanidad.
No hablaré de los aspectos técnicos ni biográficos del genio de Bonn. Muchas de las particularidades de su vida ya son harto conocidas, si la vida no le trató con justicia – cosa que no deja de sorprender en la voluntad inquebrantable para que sirva de ejemplo de la inspiración frente a la adversidad – su obra se situó en el podio de la historia, en el hito de la genialidad, en el logro de la creatividad más absoluta, en el interlocutor de Dios.
Hoy la humanidad se arrastra en el fango de su historia miserable, sin nada que añadir y mucho que estropear. Hoy, donde cualquier acto de genialidad debe ser sofocado por la mediocridad anunciada ya por Ortega y Gasset, Friedrich Hayek u Oswald Spengler entre otros muchos.
Escuchamos este alegato de hace ya dos siglos y me pregunto si la mayoría de la gente de hoy pasaría tras los primeros segundos y compases a un video viral y estúpido donde ejemplarizar su estulticia.
Sé que hay niños y adultos virtuosos, que hay personas que siguen los conciertos suscitando aún cierto interés en cada vez, un público menos joven.
El futuro de la Novena Sinfonía puede, desgraciadamente, ser el futuro de la humanidad misma: Una humanidad sin mensaje que cantar, sin abrazo universal ni alegría ni la fraternidad anhelada de las gentes del mundo. Nos estamos convirtiendo en estúpidos Morlocks de Herbert George Wells en la oscuridad de la ignorancia.
No pensaba escribir un texto deshaciéndome en elogios ante esta atalaya del arte, huelga hacerlo porque no hay obra mayor hecha por el hombre, el problema es el mundo que estamos creando: una sordera colectiva para idiotizar masas.
Estos aniversarios deben quedar subrayados para sonrojo del ignorante y vergüenza del que no honra cuanto de bello, gracias a sólo unos pocos, trajeron a este mundo.
Beethoven compuso cada día, contra su sordera y la escasa salubridad, contra las masas críticas y los oportunistas de su propia sangre una música que es redención y gloria de la Humanidad.
Occidente debe despertar y cuidar el legado de su grandeza, alejarse de proclamas colectivistas hacedoras de borregos domesticados y proclamar sus obras formando como es debido a los niños. Hacer que sus sueños sean los milagros del mañana, y sea cual fuere el destino que lleven como oficio, no ignorar las maravillosas notas que viajan por el Cosmos entero buscando al creador que hizo posible que un hombre sordo, el que hablaba el idioma de Dios, pudiera crear contra todo, incluso contra sí mismo y su propio miedo y desaliento, la mayor obra musical concebible.
Dios tenga en su Gloria a Ludwig van Beethoven, hijo aventajado de la humanidad toda.
Francisco Sanchis Cortés