Richard Wagner
Inspiración de Francisco Sanchis Cortés
Unos de los dones que la vida le ha conferido al ser humano es la de hacer posible la recreación de una imagen en su mente, una creación diluida en un vasto universo de imágenes inspiradas por el entorno que atiende a su vida e inquietudes.
La música, desde niño, acalló el ensordecedor ruido del pensamiento y el del silencio otorgándome la posibilidad de evadirme a un mudo fantástico donde todo es posible. Pronto entendí la responsabilidad del acto creativo y mi voluntad de dar mi vida a ese proceso ensoñador que otros siguieron antes que yo.
Otras almas soñaban con música, y sus mentes eran invadidas por una miríada de notas. La condición creativa no otorga ni paz ni descanso, por ello encontramos oscilaciones en la obra del creador, del alma del artista: pues hay que entender que antes que la pose, palco, vestimenta y estatus social, antes que eso hubo una mente torturada, pues, todo acto creativo es en gran parte hijo del sufrimiento. La necesidad y la desesperación es un campo de minas insensibles: esto es, la sociedad del momento.
Mi mente ve significados que tal vez no sean los que el autor pretendía y que he plasmado en un dibujo, una pintura o un texto escrito. Mas, eso no es motivo de sonrojo, cada alma es individual, así como cada persona ve de forma distinta una obra, yo así comprendo el elevado lenguaje de la música.
He construido imágenes de Diosas, de Dioses, de hombres descomunales así como también he comprendido deformidades obscenas y grotescas.
Me he adentrado en un mundo sin valorar prejuicios ni miedos para poder alcanzar la totalidad de la historia, desde su nacimiento hasta su trágico final.
Un cuadro nunca alcanzará la grandeza de una obra musical, pero definirá lo que me transmitió, lo que sentí, lo que experimenté y el impacto que tuvo en mí. Los escenarios nunca me ofrecieron las imágenes deseadas de mi mente y mis sueños; Así que tuve que luchar para darle forma, una y otra vez: Las imágenes son aquellas que flotan sobre el pensamiento de un dibujante, un ilustrador, un escultor o un pintor.
Así vi y viví a cada personaje en su propia amalgama, así lo expresé, así alivié la necesidad de vivir lo que escuchaba.
Richard Wagner es un genio absoluto, el cuadro se vislumbra en la propia partitura.
Un hombre sujeto a polémica biográfica, atacado y defendido, odiado y amado en su tiempo.
Él nos dejó el cambio que supondría el posmodernismo, no exento de ideologías políticas que logro apenas compartir y en algún particular obviamente no, pero en aquellas en las que puedo ver eclipsada su imagen personal, no me afectan en lo más mínimo para comprender la enormidad de su cosmos creativo y de sus obras inmortales.
Más allá de sus Dioses combativos también llegó el emotivo y trascendente Wagner, donde la ejemplaridad, el amor y la Fe son las constantes donde el genio de Leipzig alcanza niveles de paroxismo musical nunca antes escuchados y establece en la cultura occidental melodías que son tan evidentes como la Marcha Nupcial de Lohengrin tan arraigado en toda nuestra historia desde entonces.
Su gran obra fue decisiva para mi músico más querido, Anton Bruckner : hijo predilecto de la bondad divina; Hombre sencillo, justo, humilde e inmarcesible. Pero hay muchos grandes genios repartidos por la geografía occidental y más allá que admiraron y dejaron entrar la nueva forma que había adoptado la música, aunque muchos cayeron en las fauces del “Fafner” de la crítica musical de su época.
Wagner llegó para quedarse, su grandeza imperecedera despertará nuevas creaciones e influencias creativas, literarias, pictóricas, escultóricas, cinematográficas y, por supuesto y sobre todo, musicales.
Francisco Sanchís Cortés